Reconocerse uno mismo es llegar a conocer el origen de nuestro espíritu. Pero, no es conocer si somos buenos, o sea, no es conocer cómo somos como personas. Eso sería buscar la conducta física en nuestro diario vivir, y ese no es reconocerse uno mismo. Reconocerse uno mismo es conocer lo que en realidad tiene vida eterna. Reconocer qué es lo eterno. Saber quién es el que se manifiesta dentro de nosotros. Para eso es que vino el Señor Dios de las Alturas. Para dejarnos saber que teníamos que reconocernos para que recuperáramos nuestra verdadera vida. Para que no siguiéramos naciendo y muriendo.
¿ALMA?
El alma no tiene raíces materiales, sino espirituales. El alma cuando reconoce sus sentimientos lo aplica a su espíritu, y entonces sus sentimientos van hacia la humanidad y no simplemente a su familia carnal. El alma cuando sana totalmente reconoce que todos somos hermanos, y que en algunas existencias ejercimos el papel de familia carnal. Por eso no solamente se ama lo carnal, sino a todo ser humano sea de sangre o no lo sea porque lo fue en algún momento. Es necesario que sepan que el pecado no se encuentra físicamente, por lo tanto no se ama con el corazón porque el corazón no siente ni padece de sentimientos, sino que es el alma la que siente y padece. En el alma es donde se encuentran guardados todos los pecados. Físicamente no existe el pecado. Hay que buscarlo en el alma. No tenemos tampoco derecho a juzgar a nadie por su preferencia sexual, sino que busquemos su alma cómo está. Por eso el que no limpia su techo de cristal no puede ni debe juzgar a los demás sin antes limpiar su alma. El que no pueda razonar en estos cortos mensajes, no puede considerarse inteligente, aunque la inteligencia es secundaria a la sabiduría celestial.
Hermanos, aunque yo parezca fría, dura con mis mensajes, pero no puedo ocultar la "verdad" para darle fuerza a la mentira. La verdad brilla como el oro y la mentira se oculta en la oscuridad. Que sean todos bendecidos por ese camino estrecho pero con su brillante Luz.
Amén.
martes, 21 de diciembre de 2010
Reconocernos nosotros mismos
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